Solidaridad encarnada: palabras urgentes desde la zona cero de la DANA

Barranco del Poyo, Chiva, Valencia
Barranco del Poyo, Chiva, Valencia


Pese a la catástrofe del martes 29 de octubre ocasionada por la DANA en la Comunitat Valenciana, por suerte mi familia y yo, aunque vivimos a cinco minutos del Barranco del Poyo furiosamente desbordado, salvo las filtraciones de torrencial lluvia a través de paredes y tejados que dejaron enseres mojados, no hemos recibido el impacto directo de las inundaciones en nuestro hogar, que sí se cebaron en cambio con varias casas, negocios, calles y, a la fecha, viernes 1 de noviembre, 7 vidas humanas (aún hay un número indeterminado de desaparecidos). A nivel comunitario, las víctimas mortales se elevan a 205.


Son días de angustia y desolación en Chiva, como en otras localidades del interior. Días sin agua, sin luz, sin cobertura, sin combustible, sin alimentos. Hemos estado incomunicados, aislados, hasta nos hemos llegado a sentir abandonados e indignados por la ausencia del Estado, que debió estar presente desde el minuto uno y todavía no llega.


Ahora bien, el feroz temporal no solo nos ha mostrado sus fauces mortíferas, también nos ha revelado algo importante sobre la condición humana: hemos sido testigos, más allá de la bajeza de algunos pillastres y de los "errores" o juegos políticos entre el Gobierno central y el Gobierno de la Generalitat Valenciana, quienes, por ejemplo, tardaron 12 horas en enviar el mensaje de alerta roja de la AEMET a nuestros móviles, o cuatro días en pedir el despliegue del Ejército en la zona cero, hemos sido testigos, decía, de la grandeza del pueblo español, un pueblo generoso y diverso conformado por nacionales e inmigrantes, por cristianos y musulmanes, que en medio de la catástrofe se ha mostrado solidario en todo momento, poniendo el cuerpo, los brazos, el corazón, a falta del apoyo de las fuerzas armadas y de la maquinaria pesada necesaria para remover escombros y limpiar las calles. 


En tal sentido, al día siguiente de las inundaciones, vimos cómo los vecinos de Chiva intercambiaban platos de alimentos calientes, víveres, agua, etc.; cómo se preocupaban unos por otros. Desde el jueves hemos visto salir a los propios vecinos (hoy me pude sumar también) y recorrer las calles armados de escobas, cubos y palas. Llena de emoción y esperanza ver una gran cantidad de gente muy joven trabajar a la par de las persona mayores.


Poco a poco vamos saliendo del estado de shock, recuperándonos del golpe letal de la DANA, aunque con dolor y tristeza. De este golpe tenemos que levantarnos mejores y sacar, al menos, unas cuantas lecciones. En primer lugar: todos, sin distinción de clase, debemos recordar que somos seres insignificantes y vulnerables ante los desastres naturales capaces de erosionar y derrumbar casas y puentes, de arrastrar y destruir vidas y coches, de devastar y extinguir tanto comunidades como civilizaciones. Otra lección: está demostrado, una vez más, que nadie se salva solo ante la desgracia y la adversidad; puesto que somos una comunidad, la salvación siempre será colectiva y, para ello, la solidaridad es un valor fundamental. Una tercera lección estribaría en reconocer y asumir que somos nosotros, los ciudadanos trabajadores, nativos o de origen extranjero (yo vengo del Perú), quienes empujamos y movemos mayoritariamente este país, y, por tanto, tenemos el deber y el derecho de exigirles a nuestras autoridades elegidas en democracia que representen nuestros intereres y no los intereses subalternos de las élites económicas y políticas.


En fin, dicen que en las grandes tragedias se ve lo mejor y lo peor de los seres humanos. Tras la peor gota fría de las últimas décadas en España, en Chiva elegimos quedarnos con lo mejor que en estos días críticos y decisivos hemos visto y experimentado y que, sin duda, pasará a la historia y será motivo de orgullo e inspiración para la posteridad: me refiero a las imágenes memorables e indelebles que ha dejado en nuestras retinas la SOLIDARIDAD encarnada.


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